11/27/2025
🇨🇺 El circo judicial de la tiranía continúa bajo total secretismo. Arrancó el segundo juicio contra el exministro de Economía, Alejandro Gil, en el Tribunal Popular de Marianao, La Habana. Hoy jueves se le juzgará por delitos como malversación y lavado de activos, tras el primer proceso por espionaje. El régimen ocultó el juicio, sin prensa ni anuncios, confirmando la opacidad y el miedo absoluto del sistema.
La Seguridad del Estado impuso un silencio total en la corte. Los hijos del exfuncionario, Alejandro y Laura María, asistieron obligados a firmar cláusulas de confidencialidad, mientras que a su hermana se le prohibió la entrada. Fuentes revelan que hay más de veinte acusados en esta purga, entre ellos un diputado de la Asamblea Nacional y un secretario del Partido Comunista, lo que demuestra que la corrupción está incrustada en la cúpula.
La Fiscalía General de la República pide 30 años de cárcel para Gil, quien fue la mano derecha del títere Miguel Díaz-Canel. Se le acusa de tráfico de influencias, evasión fiscal y daño a documentos. Según su hermana, María Victoria, todo esto es una venganza del primer ministro Manuel Marrero Cruz, impulsada por militares del grupo empresarial GAESA, molestos por los permisos que Gil concedió a ciertas Mipymes, competencia directa de las tiendas de GAESA.
La caída de Gil comenzó el 2 de febrero de 2024, cuando fue destituido tras una llamada de Marrero que alegó “falta de frutos”. Fue detenido por la Seguridad del Estado y enviado a la prisión de Guanajay. Tras veinte meses de silencio, el régimen fabrica este caso para usarlo como chivo expiatorio del desastre económico, intentando lavar la imagen de una dictadura en bancarrota absoluta.
Mientras se celebra esta farsa judicial a puerta cerrada, la prensa oficialista ignora el juicio y llena sus portadas con el rostro del difunto dictador Fidel Castro, a nueve años de su fallecimiento. Es la estrategia de siempre: distracción para tapar la podredumbre. Gil será condenado no por justicia, sino por conveniencia política, en un sistema donde la lealtad dura hasta que se necesita un culpable.
La revolución devora a sus propios hijos.