19/06/2025
La guerra de agresión que Israel está librando contra Irán nos pone delante de los ojos un peligro tan inminente y devastado que parece absurdo que no lo veamos. Sin embargo, no debemos culparnos. Las amenazas de Netanyahu y Trump, las imágenes de Tel Aviv bombardeada y destruida que aparecen y desaparecen, y los riesgos que advierten analistas de todo tipo (muy reales, por cierto) van en la línea del desvío al sentido común que nos vienen imponiendo hace años los relatos de distintas partes.
El potencial cierre del estrecho de Hormuz y la consecuente suba en el precio del petróleo y el gas, la entrada directa en el conflicto no solo de Estados Unidos, sino de Rusia y otros poderes regionales, la posibilidad de que símbolos fundamentales del poder militar estadounidense, como los portaaviones, terminen en el fondo del océano Índico, en imágenes que quedarán para la historia, son posibilidades reales, a una mala decisión de distancia de ocurrir. Y son de un dramatismo tal que nos parecen más que suficiente para preocuparnos a todas las personas de este mundo. Y sin embargo, justamente frente a nuestros ojos, en forma clara y permanente, tenemos la casi certeza de un horror que teníamos olvidado, o peor, que conjuramos como espectáculo cinematográfico, banal y casi distópico.
En esta conversación no solo hablamos de este horror, sino que señalamos a quienes hoy están buscando desatarlo desesperadamente.
La guerra de agresión que Israel está librando contra Irán nos pone delante de los ojos un peligro tan inminente y devastado que parece absurdo que no lo vea...