07/07/2025
Guarenas: El suspiro de un pueblo que se fue.
Guarenas ya no es. O al menos, no como la recuerdan los viejos que aún caminan con paso lento por sus calles transformadas. Fue un pueblo de alma tibia, de mañanas con olor a café, caña, papelón, y sus famosos aguacates, de tardes de brisa que bajaba desde el Ávila como un susurro de los dioses.
Sus casas de bahareque y tejas rojas, con patios donde florecían las cayenas, los mangos, y muchos otros, de patios centrales, de grandes fondos, por donde entraban sus carretas y los animales, para descansar y comenzar la faena al amanecer. Las calles, y aceras estrechas, fueron testigos de juegos de trompo, de risas infantiles y de serenatas en los grandes ventanales de madera. El río curupao, que alguna vez cantó entre piedras, de momentos de reuniones, hervidos, de risas y juegos que marcaron la vida, de un pueblo en crecimiento.
La gente de Guarenas es su mayor tesoro. Toribia, el socio, tatin, y muchos otros que siempre en esta página le damos su momento, la esquina de la iglesia. Sus grandes serena teros, músicos, pintores, poetas. Todos ellos eran parte de una coreografía invisible que daba vida al pueblo.
Lugares como la iglesia Nuestra Señora de Copacabana, la candelaria, con sus campanas que marcaban el ritmo del día, o las viejas paradas que le daban compás al amanecer, son más que estructuras: eran el corazón palpitante de una comunidad que vivía con sencillez y orgullo.
Pero el tiempo, ese ladrón silencioso, trajo consigo el ruido, el cemento, el olvido, muchas casas fueron demolidas, la plaza, de los flojos se llenaron de asfalto, y la gente se fue o se perdió en la rutina de una ciudad que creció sin mirar atrás. Guarenas se convirtió en un eco, en una postal amarillenta guardada en la memoria de quienes aún la sueñan. Campanario Urbano de mi recordado Pablo Muro, algunas otras páginas que hoy se dedican de hablar, de Guarenas y sus modernidades, momentos de mi pueblo, seguirá, recordando, a su gente, lugares, plazas, monumentos, que aún quedan en el recuerdo.
Hoy, cuando alguien menciona Guarenas, no habla del pueblo, sino de la ciudad en crecimiento, del tráfico, del caos. Pero en algún rincón del alma colectiva, Guarenas sigue viva, en la canción caminito de guarenas, en el aroma de un sancocho, en la nostalgia de los que aún recuerdan cómo era vivir con las puertas abiertas y el corazón en paz.
M.P.