15/07/2024
Terminó la Copa América con ganancia para el seleccionado de Argentina y amanecimos con más argentinos con cédula venezolana, que dentro y fuera del país cantaron y siguen cantando el gol que le dió el triunfo a la albiceleste.
Lo que provoca no precisamente admiración, es el hecho de que ésos blanquiazules eufóricos son los mismos venezolanos que hace apenas días se desgañitaron con los goles (varios goles, por cierto) de la vinotinto. Porque son venezolanos, y salieron a la calle en cada fecha de juego de nuestra VINOTINTO ataviados con algo de ése color. Pero, cuando no se logró pasar a semifinales se da el fenómeno de la mutación y se convierten en furibunda masa de hinchas argentinoides. Que falta de coherencia y que irresponsable manera de actuar; una manera de actuar que apela a no sé que sentimiento latinoamericano hacia los países que tradicionalmente han eliminado a nuestra selección. Porque ser el único país del mundo que viste camisetas de divisas extranjeras habla muy mal de los venezolanos. Esa falta de coherencia ha sido el campo fértil para que los políticos se burlen en las narices de quienes les aplauden. Y en las casas y escuelas se fomenta ése mimetismo aparentemente inofensivo que va a germinar en otra generación de venezolanos sin sentido de pertenencia, de esos que buscan afanosamente durante toda la vida una “tabla de salvación” sin preocuparse por ser y no “parecer” ganadores. Porque sabiendo aceptar una derrota salimos ganando en dignidad y finalmente se obtiene lo más importante: seguir siendo venezolanos auténticos, sin dobles caras.
Nuestro único país es Venezuela y nuestra VINOTINTO la única selección que merece ser apoyada aún cuando sea derrotada. En fin, la moral deportiva también exige que no seamos hipócritas.