31/03/2025
Querido hermano,
Hoy te escribo con el corazón apretado por la ausencia y con la esperanza de que, de alguna manera, estas palabras lleguen a ti. No sé cómo es el tiempo donde estás, pero aquí en la tierra parece implacable. Nos faltaron momentos, nos faltaron abrazos, nos faltaron risas y conversaciones que nunca tuvimos la oportunidad de compartir.
Hubiera querido más tiempo contigo. Más amaneceres en los que pudiéramos hablar de la vida, más días en los que pudiéramos caminar juntos, más noches en las que pudiéramos recordar nuestra infancia y soñar con el futuro. Pero Dios, en Su infinita sabiduría, dispuso otra cosa, y aunque duele, confío en que Su plan es perfecto.
A veces me imagino cómo sería si aún estuvieras aquí. Pienso en las cosas que hubiéramos hecho, en las palabras que hubiéramos intercambiado, en los momentos que nos hubieran hecho reír hasta las lágrimas. Pero más que lamentarme, quiero agradecerte por los instantes que sí tuvimos. Porque cada recuerdo tuyo es un tesoro en mi corazón, una luz que no se apaga.
Hermano, aunque no pueda verte, sé que no estás tan lejos. Creo con todo mi ser que la muerte no es el final, que el amor trasciende el velo, que nuestras almas siguen unidas en el gran propósito eterno de Dios. Y sé que un día, en el tiempo del Señor, volveremos a encontrarnos. Ese día no habrá despedidas, ni dolor, ni lágrimas. Solo gozo y plenitud.
Mientras llega ese momento, seguiré aquí, honrando tu memoria, llevando en mi alma el amor que nos une y caminando con la esperanza de que este adiós solo es temporal.
Te amo, hermano. Siempre serás parte de mí.